Una mañana especial

Colorín colorado ese cuento ha comenzado. Resultó ser un día de estos de verano, ¿o quizás de invierno? La verdad, no lo recuerdo. Pero aquel día se me antojó precioso, lindo, hermoso. Me había despertado con el canto del gallo y decidí levantarme de mi caliente y confortable cama. Tras ponerme las zapatillas y la bata me asomé por la ventana de mi habitación. No sé el porqué, pero me quedé observando como una hoja del árbol milenario caía al suelo, como un caracol cargaba con su casa sobre su lomo y como las aves revoloteaban por el cielo…

Por entre los triángulos y a lo lejos, luchando contra lágrimas condensadas y aliándose con el VIENTO, el oro brillante del amanecer consiguió ganar la batalla y salir como todos los días a dar su paseo. Pero ocurrió, por casualidad de la vida, que se encontró con la plata brillante de la noche. Cúpido que andaba por allí cerca, al ver como el corazón de la luz del día comenzó a latir con fuerza y, también el de la luz de la noche, decidió lanzarles una flecha. Entonces ambas luces se declararon su amor. Comenzaron a hablar y descubrieron que tenían cosas en común; por ejemplo, su trabajo. Los dos eran los encargados de alumbrar a la TIERRA, pero a horas diferentes. SOL que era algo machista, le preguntó a LUNA si lo hacía ella sola. LUNA en un principio, pensó en hacerlo rabiar contándole una mentira, pero cambió de idea. No quería preocupar al macho que ella amaba y le confesó que salía acompañada de muchas doncellas, ya que no estaba bien visto que una hembra saliera sola. Pero poco duró su conversación; pues LUNA tenía que dormir ara volver al trabajo a la noche siguiente y, SOL tenía que cumplir con su deber de hoy. Nuestros enamorados no sabían cuando se volverían a ver, pues ambos estaban destinados a una vida llena de deberes y de pocas horas de placer. En la TIERRA, científicos y pensadores no encontraban explicación alguna al fenómeno de ocultación que se había producido en SOL, ni tampoco al asombroso crecimiento de las mareas y es que parecía que MAR estaba celosa. Aquella mañana, sí, aquella que se me antojó extraña pero encantadora a la vez.

Nadie, excepto yo, había apreciado aquel culminante encuentro de amor, pues el resto del planeta quiso llamarlo «Eclipse de Sol» y «Marea Viva», a los celos de MAR. En aquel preciso momento, sentí gran alegría por ellos, pero al cabo de un rato, se me entristeció el corazón, pues yo no sabía que se sentía en el amor, no lo había experimentado, ni siquiera, besar los labios de un varón. Me quedé preocupada por los círculos, por la incertidumbre e no saber cuando volverían a encontrarse ellos dos. Triste y como de costumbre salí a dar mi paseo por entre aquellos triángulos, por donde se asomaba cada mañana el SOL. Ocurrió algo inesperado, sorprendente, fantástico y misterioso. Yo caminaba ausente, hipnotizada, pensativa. Buscaba respuestas, soluciones a retóricas preguntas cuando apareció él. Él era un muchacho tan viejo como yo, algo y fuerte, con unos incandescentes ojos que iluminaron mi corazón. Hubiera pensado que era un sueño, que no era real como otras tantas veces cuando de pequeña imaginaba a mi príncipe azul. Sí, lo hubiera pensado, pero no fue así. Aquel chico era de verdad y raro. Debí de sentir miedo, pero no fe así. Cuando se acercó a mí con una linda rosa rojo pasión, cuando, sin más me dijo: «Volverán a encontrase como máximo cinco veces al año», y luego me besó, a la vez que me hechizó. Pero no pude resistir darle un bofetón por tan descarado y hermoso atrevimiento. Se sonrió y añadió: «Pero no siempre será así, a veces, sólo lo harán dos». Perpleja y paralizada solo pude preguntarle: ¿Cómo te llamas?. A lo que él respondió: «Odipuc es mi nombre y apodo de flor llevas tú, Margarita. Me despido mi vida, pero más pronto nos veremos tú y yo. Cuando la luz del día se oculte y aparezca la luz de su amor». Y así como apareció, desapareció. Me quedé razonando, tratando de averiguar quien era aquel que me robó el corazón.

Sopló el VIENTO y escuché su canción pero, ¿qué le ocurría? Me decía que le habían roto el corazón. Su amada, MAR, con la que jugaba, a la que peinada haciéndole rizos que tenía de blanco jabón, estaba enamorada de su amigo SOL. Sí, VIENTO estaba viviendo el famoso triángulo novelesco del amor. ¿Cómo podría ayudarlo? No poseía flechas de amo como Cúpido así que le dije que fuese sincero con ella. Aquella mañana se me había antojado bella y misteriosa, pero aquella mañana fue el comienzo de un día innovador.

Esperé a mi amado bajo el árbol milenario y fueron apareciendo en la cúpula celestial las doncellas y la moneda de plata a la que le tocaba despertar. Apareció, de repente, mi querido diciendo: «MAR y VIENTO enamorados ya están, él confesó su amor y ella aceptó». Yo le contesté: «Todos en el universo, podemos y nos pueden ama. Todos en el universo tenemos una vida terrenal junto a nuestro compañero». Y él me contestó: «¿Cómo el amor, pues hasta siendo mi labor, atrapado en sus redes y preso he quedado yo. Te amaré por el resto de mis años inmortales y más que ayer cada día que pase, pues mi vida sin ti carece de valor».

Sin duda alguna, aquella mañana se me antojó preciosa, linda, hermosa. Seis almas se habían encontrado, tres almas gemelas ses habían unido. Y así permanecieron días tras día, año tras año, y siglo tan siglo… Pero, el resto de mañanas que siguieron a ésta se me antojaban cada vez mucho más hermosas. Así, érase una vez, un final feliz.